Feeds:
Entradas
Comentarios

Archive for the ‘Artículos de opinión’ Category

ginsberg11          A las ocho de la noche del viernes 7 de octubre de 1955, unas 150 personas se agolpaban a las puertas del nº 3119 de la calle Fillmore. Un nombre los había congregado: Kenneth Rexroth, uno de los padres del movimiento cultural conocido como el Renacimiento de San Francisco, quien tuvo la idea de ofrecer un recital en la Six Gallery para sus jóvenes amigos poetas. En la galería, decorada con esculturas surrealistas hechas de yeso y cajones de madera para almacenar naranjas, se respiraba un aire onírico y majestuoso. Rexroth, quien fungía como maestro de ceremonias, presentó a los cinco bardos que harían oír su voz en la velada, algunos de los cuales se conocían por vez primera.

El poeta surrealista Philip Lamantia, con voz delicada y británica—según Kerouak—leyó poemas de su amigo John Hoffman, quien había fallecido recientemente de una sobredosis de peyote. Lo siguió Michael McClure con la lectura de Point Lobos: Animism y For the death of 100 whales. Entretanto, Jack Kerouak, a quien se le había invitado a recitar pero prefirió declinar, hizo una colecta entre los asistentes y salió a comprar tres botellas de vino de Borgoña para relajar a la audiencia. Después, Philip Whalen recitó Plus Ca Change. El penúltimo, un tal Allen Ginsberg de 29 años, quien casi no había publicado nada y jamás había leído su poesía ante un público, empezó a recitar la primera parte de Aullido, el poema que pasaría a la historia de la literatura como la voz de una generación.

He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura—recitó, con cierta timidez—, muriéndose de hambre histéricas desnudas, arrastrándose por las calles negras a la madrugada buscando una droga furiosa, hipsters de cabezas de ángel quemándose por la vieja conexión del paraíso con el dinamo estrellado en la maquinaria de la noche (…) El buen Kerouak, ahora sentado en el borde del escenario, animaba al poeta a seguir recitando. Ginsberg prosiguió, cada vez con mayor soltura, y el poema cobraba fuerza en un in crescendo que, a la postre, alcanzaría un clímax indecible. En todas nuestras memorias—dijo McClure, evocando la velada—, ningún poeta, hasta entonces, había sido tan franco y directo (…) Habíamos llegado a un punto de no retorno. Ninguno de nosotros quería volver al silencio militarista,  gris y desalentador; al vacío intelectual (…) a la tierra sin poesía (…) a la monotonía espiritual. Queríamos hacer algo nuevo, queríamos inventarlo e inventar el proceso de hacerlo a medida que nos adentrábamos en ello. Queríamos voz y queríamos visión.

En los últimos versos, la voz del bardo se quebró. Tras la perplejidad de un breve silencio, el público estalló en aplausos y clamores. El poeta Gary Snyder, cuya intervención era la última, tuvo que aguardar pacientemente a que la audiencia se calmara para recitar A Berry Feast. Lawrence Ferlinghetti, co-fundador de la librería y editorial City Lights, derramaba lágrimas, profundamente conmovido. Entonces fue al encuentro de Ginsberg  y le ofreció publicar su poema en libro. Había nacido la Generación Beat.

Diario Pico Bolívar. 24 de marzo, 2009.

Read Full Post »

    ginsberg23         Antes de la velada legendaria en la Six Gallery, donde Ginsberg leyó el Aullido por vez primera y se volvió un poeta reconocido de la noche a la mañana, el poema inicial era otro. Ginsberg, quien había estudiado en la Universidad de Columbia, le envió al poeta, ensayista y traductor Kenneth Rexroth un poema titulado Dream Record: June 8, 1955. El destinatario replicó con estas palabras: Aún suena como si vistieras corbatas de Brooks Brothers y de la Universidad de Columbia. Es muy formal, ¿sabes? Le aconsejó entonces apartarse del academicismo tieso y artificioso y lo alentó a darle rienda suelta a su voz y escribir de corazón. Allen Ginsberg tomó el consejo y, bajo la influencia de William Carlos Williams y Jack Kerouak, dejó correr la pluma sin restricciones. En su introducción a Aullido y otros poemas, ulteriormente publicado por Lawrence Ferlinghetti, Williams hace una prudente advertencia: Aférrense a las enaguas de sus vestidos, damas. Estamos atravesando el infierno.

            De publicarse esta segunda parte de mi artículo el 25 de marzo, como lo he solicitado al editor del diario, entonces hará 54 años que  agentes de la aduana de los Estados Unidos confiscaron 520 ejemplares de la segunda edición de Aullido y otros poemas y, bajo la acusación de difundir material obsceno, Ferlinghetti fue arrestado. Una vez que los abogados de la American Civil Liberties Union se enteraron de que la jueza encargada del caso, la señora Clayton Horn, era maestra de catecismo y había condenado a 5 ladrones a ver Los 10 mandamientos, no abrigaron grandes esperanzas de ganar el juicio. Sin embargo, el desenlace de la larga querella fue inesperado. La jueza Clayton sentenció que el poema no era obsceno, sino un escrito de mérito literario y social.  No creo que «Aullido» carezca del todo de alguna importancia social redentora. La primera parte de «Aullido» ofrece el retrato de un mundo de pesadilla; la segunda parte es una denuncia de aquellos elementos de la sociedad moderna que destruyen las mejores cualidades de la naturaleza humana; tales elementos son identificados predominantemente como materialismo, conformismo y mecanización que conduce a la guerra. La tercera parte ofrece la imagen de un individuo que es una representación específica de lo que el autor concibe como una condición general. La «Nota al pie de Aullido» parece ser la declaración de que todo en el mundo es sagrado, incluyendo partes del cuerpo llamados por su nombre. Concluye en una súplica por una vida sagrada. Al considerar material acusado de obscenidad, es bueno recordar el refrán: «Honi soit qui mal y pense» (El mal está en quien piensa mal).

            A lo largo de la historia, autoridades de diversa índole han pretendido censurar las voces de quienes han tenido el coraje de ofrecer su percepción de la desoladora realidad que los rodeaba. Algunos corrieron con peor suerte que Ginsberg y fueron castigados duramente con la ley o el desprecio de sus contemporáneos. Charles Baudelaire, George Orwell, Salman Rushdie, Henry Miller, Franz Kafka también aullaron a su modo y pagaron el precio. Por fortuna, el tiempo los rescata del olvido y los eleva al lugar que les corresponde. No se puede silenciar el grito de una época.

 

Diario Pico Bolívar. 25 de marzo, 2009.

 

Read Full Post »

picobolivar1

Conozco a pocos de quienes pudiera decirse, en todo rigor, que son individuos. Que se aparten de mí los biólogos o psicólogos que ya se precipitan a corregirme. Me atedia la mediocridad de quienes piensan que basta reunir una serie de cualidades particulares para que la individualidad se ponga de manifiesto. El conjunto de tales singularidades bien pudiera preparar el terreno para ello, pero no es sino en el ejercicio y desarrollo de dichos atributos hasta sus últimas consecuencias que aparece la verdadera soberanía de una persona.

La individualidad está en peligro por la simple razón de que ella es, en sí misma, un peligro para el sistema. Llamo sistema a todo aquello que, creado por el hombre, ejerce su poderío para regir la vida de las personas e impone los códigos de conducta más allá de los cuales se corre el riesgo de merecer el escarnio público, la censura y la marginación. No siempre las normas que constituyen el deber ser de los miembros de una comunidad son explícitas. A menudo existen reglas tácitas, legitimadas por el hábito, que han de ser acatadas por todo aquel que desee pertenecer a la cofradía.

Vivimos bajo controles tan estrictos que muchas de las actividades que otrora eran consideradas subversivas o propias de espíritus rebeldes han sido estandarizadas tanto o más que las normas a las cuales se oponían. La habitual frivolidad de las charlas de discoteca y las arrogantes payasadas de muchos jóvenes aplaudidos por los miembros de su tribu se han convertido en una cuasi-institución cuyos primeros ímpetus se han echado al olvido y, por ende, su evolución se ha estancado. De hecho, cada día abundan más quienes no acuden a locales nocturnos para cumplir un propósito específico, sean cuales fueren sus necesidades de esparcimiento, sino para que su acto de presencia sea un fin en sí mismo. Se diría que ya no se trata de divertirse y pasar un buen rato, sino de que los asiduos del establecimiento noten su presencia y, por ende, les otorguen un reconocimiento en no sé qué jerarquía de la vida nocturna de la ciudad. Para muchos no tendría sentido hacer lo mismo ahí donde hubiere pocos o ningún testigo, pues la necesidad que prevalece es la de ser visto y secundado por la muchedumbre. Así, las manifestaciones de la contracultura imponen también un severo acatamiento de reglas implícitas y, en consecuencia, son absorbidas por el sistema. De ahí que un fenómeno como el primer Woodstock sea irrepetible.

No puede esperarse lo contrario de los usos y costumbres que son protegidos con celo por la sociedad en general. La democracia, más allá de los beneficios que comporta, es una doctrina política que amenaza la individualidad. El sufragio universal parte de la premisa de que la mayoría tiene la razón o, aunque no la tuviese, es preciso supeditarse a su mandato. En los países sudamericanos, donde el nivel de instrucción del grueso de la población es pobre, ¿cómo fiarse de una autoridad semejante? Si a eso añadimos la influencia de las estadísticas, la volubilidad de los ciudadanos tan dados a repetir matrices de opinión y la presión de los allegados, pareciera que fuese una minoría la que se ha formado su opinión por su cuenta.

Bombardeados a diario por los paradigmas de los medios de comunicación y la publicidad, por la superficialidad y la chapucería de tantos que nos rodean, no es de extrañar que se pague un alto precio por ser un individuo con ideas propias. Sin embargo, el precio que se paga por lo contrario es aún mayor: el fanatismo y la estupidez.

 

Diario Pico Bolívar. 15 de marzo, 2009.

Read Full Post »

                                                                   

            pico-bolivar1                

           Soy florentino de nacimiento, pero no de costumbres, sentenció Dante, indignado por la degeneración en que había caído la conducta de sus conciudadanos. No es de sorprender que los espíritus superiores aborrezcan a menudo la cultura en cuyo seno llevaron a cabo sus obras inmortales. De hecho, es en el desdén y la vergüenza que sienten por ella, en tanto búsqueda de un statu quo más elevado, donde hallamos su mérito. Nada más saludable que la autocrítica para tomarle el pulso a una cultura. En lo personal, desconfío de quienes se enorgullecen en demasía de su gentilicio y a cada instante exaltan, con gestos grandilocuentes, ese concepto tan arbitrario como vago que llaman lo nuestro. Encarémonos en frío y por una vez pongamos a un lado las ínfulas. Allende el mérito de las manifestaciones folklóricas, el cuatro y la maraca no son un progreso tan halagüeño comparado con el legado de la Antigua Grecia, cuna de la  filosofía, la democracia, el teatro, la gramática, la geometría, la academia y la universidad, por nombrar tan sólo algunos ejemplos. Hay quienes se jactan de ser venezolanos, orgullosos de ser más abiertos y cálidos en el trato social que gentes de otras latitudes. Aunque cierto, semejante conducta es reprochable en no pocos casos. Habituados a la desfachatez de tutear a quienquiera en cualquier circunstancia, nos presentamos como irrespetuosos y confianzudos. Se acostumbra charlar en voz alta e interrumpiendo a menudo, lo cual atropella al interlocutor y resulta chabacano a los espíritus más graves y pausados. También abundan los impúdicos que cuentan sus intimidades más sórdidas a todo aquel que se topa con ellos. No es de extrañar que en Venezuela no existan las cabinas telefónicas, lo cual sería inconcebible en un país cuyos habitantes protegiesen con celo su privacidad. ¿Qué puede esperarse de una cultura cuya visión del mundo oscila entre telenovelas ramplonas y Súper Sábado Sensacional? ¿Qué de un porvenir en manos de quienes hoy menean el trasero al ritmo del reggeaton? ¡Y con cuánta arrogancia tenemos grandes opiniones de los asuntos más complejos, pese a que preferimos una revista de farándula a un buen libro! Vivimos sumidos en el darwinismo insolente de los abusadores que se colean en las filas, se corrompen por bagatelas y sólo procuran su beneficio personal. Y lo que es peor, estamos habituados a ello. Si hemos de celebrar las costumbres que en ciertas circunstancias pueden ser virtudes, reparemos también en los riesgos que comportan en situaciones distintas. Esa propensión a la risa fácil, por ejemplo, si bien ha ayudado al venezolano a sobrellevar las contrariedades y no desanimarse, raya en el ridículo cuando se tratan asuntos de importancia. Tampoco aplaudamos tanto el talante ingenioso, propio de la crisis, del que suele echarse mano para salir de aprietos, pues fomenta la improvisación irresponsable. No ignoro que mucho de cuanto he dicho obedece a fallas en la educación y a ciertos quistes culturales, pero no es menos cierto que el venezolano gusta de revolcarse en el mal gusto como en el fango.

 

Diario Pico Bolívar. 7 de marzo, 2009.

 

Read Full Post »