Antes de la velada legendaria en la Six Gallery, donde Ginsberg leyó el Aullido por vez primera y se volvió un poeta reconocido de la noche a la mañana, el poema inicial era otro. Ginsberg, quien había estudiado en la Universidad de Columbia, le envió al poeta, ensayista y traductor Kenneth Rexroth un poema titulado Dream Record: June 8, 1955. El destinatario replicó con estas palabras: Aún suena como si vistieras corbatas de Brooks Brothers y de la Universidad de Columbia. Es muy formal, ¿sabes? Le aconsejó entonces apartarse del academicismo tieso y artificioso y lo alentó a darle rienda suelta a su voz y escribir de corazón. Allen Ginsberg tomó el consejo y, bajo la influencia de William Carlos Williams y Jack Kerouak, dejó correr la pluma sin restricciones. En su introducción a Aullido y otros poemas, ulteriormente publicado por Lawrence Ferlinghetti, Williams hace una prudente advertencia: Aférrense a las enaguas de sus vestidos, damas. Estamos atravesando el infierno.
De publicarse esta segunda parte de mi artículo el 25 de marzo, como lo he solicitado al editor del diario, entonces hará 54 años que agentes de la aduana de los Estados Unidos confiscaron 520 ejemplares de la segunda edición de Aullido y otros poemas y, bajo la acusación de difundir material obsceno, Ferlinghetti fue arrestado. Una vez que los abogados de la American Civil Liberties Union se enteraron de que la jueza encargada del caso, la señora Clayton Horn, era maestra de catecismo y había condenado a 5 ladrones a ver Los 10 mandamientos, no abrigaron grandes esperanzas de ganar el juicio. Sin embargo, el desenlace de la larga querella fue inesperado. La jueza Clayton sentenció que el poema no era obsceno, sino un escrito de mérito literario y social. No creo que «Aullido» carezca del todo de alguna importancia social redentora. La primera parte de «Aullido» ofrece el retrato de un mundo de pesadilla; la segunda parte es una denuncia de aquellos elementos de la sociedad moderna que destruyen las mejores cualidades de la naturaleza humana; tales elementos son identificados predominantemente como materialismo, conformismo y mecanización que conduce a la guerra. La tercera parte ofrece la imagen de un individuo que es una representación específica de lo que el autor concibe como una condición general. La «Nota al pie de Aullido» parece ser la declaración de que todo en el mundo es sagrado, incluyendo partes del cuerpo llamados por su nombre. Concluye en una súplica por una vida sagrada. Al considerar material acusado de obscenidad, es bueno recordar el refrán: «Honi soit qui mal y pense» (El mal está en quien piensa mal).
A lo largo de la historia, autoridades de diversa índole han pretendido censurar las voces de quienes han tenido el coraje de ofrecer su percepción de la desoladora realidad que los rodeaba. Algunos corrieron con peor suerte que Ginsberg y fueron castigados duramente con la ley o el desprecio de sus contemporáneos. Charles Baudelaire, George Orwell, Salman Rushdie, Henry Miller, Franz Kafka también aullaron a su modo y pagaron el precio. Por fortuna, el tiempo los rescata del olvido y los eleva al lugar que les corresponde. No se puede silenciar el grito de una época.
Diario Pico Bolívar. 25 de marzo, 2009.
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